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> 5 cosas peligrosas para que las hagan tus niños <
Me lo ha pasado Taleb y me ha gustado mucho, así que lo comparto con quien se pase por aquí.
Mis niñas hacen varias de esas cosas: jugar con fuego en la chimenea, tirar piedras para que reboten en el agua y flechitas en una diana (que me parece equivalente a tirar jabalinas, aunque podemos probar también lo de las jabalinas) y conducen (conmigo) el coche en caminos rurales.
Voy a pensar rápidamente en regalarles una navajita, al menos a la mayor, y en que aparatos vamos a ir destripando >:D
Ah, pensé que era problema mío, gracias por avisar...y eso que yo no soy ni casta ni petisa (o sea no hay discriminación por ese lado)
:)
Si digo que por lo que pude leer en el texto ut supra - de vez en cuando debo usar algún latinajo, tantos años no pueden tirarse a la basura - los niños que he tenido en casa han sabido hacer fuego (e incendiado todo un ejército de soldaditos de juguete, tanques, cañoñes, caballos y todo lo que venía en la caja), arrojar dardos (que no jabalinas), llevar ranas y otros bishos en los bolsillos para asustar niñas, si niñas capturar tucu-tucu para prendérselos en el pelo, jugar con barro (y comerlo), y destripar casi todo aparato empezando por los relojes del abuelo y siguiendo por radios modelo Spica ...creo que la lista sigue, faltó conducir coches, pero lo suplí dejándolos montar a caballo casi antes que supieran caminar.
Ah, también ordeñar LA vaca, y otras cosillas muy entretenidas (y peligrosas según dicen hoy día los expertos)
:)
1963...Quizá imbuídos por cierto suceso ocurrido en Dallas, jugábamos a apuntar desde la azotea con nuestro rifle de aire comprimido a los vecinos y paseantes.
La gente, felíz, (eran tiempos felices) seguía como si nada, ignorando que su cuello, su frente, quizá algún ojo, estaba por unos momentos en el centro de nuestra mira.
Algún atisbo de madurez impidió que apretáramos el gatillo. Los latidos de la sangre en nuestra sien nos ponían en la piel del asesino. Era un juego. Sólo un juego.
Con los años, dos de aquellos amigos tomaron las armas verdaderas (yo las odié para siempre) y lucharon en distintos bandos.
Ya no están. Hace mucho que se fueron.
Nunca sospechamos que otros nos apuntaban a nosotros. Eran tiempos felices.
Me congratulo, Sofocador, de que odiaras las armas para siempre.
Yo no he tocado una en mi vida, ni siquiera de juguete, y les tengo un miedo cerval. No he podido olvidar la época de la dictadura y asimilar que un hombre con uniforme y arma está a mi favor y no contra mí. De forma que, si veo un policía o un militar, me es imposible pasar por su lado.